lunes, 22 de marzo de 2021

Consejos para hablar con los adolescentes de pantallas y redes sociales

 Hacerles entender la diferencia entre lo íntimo y lo público o favorecer momentos de desconexión son algunas de las claves que propone la psicóloga Alicia Banderas para empatizar y hablar con los adolescentes sobre el uso de pantallas y redes sociales.

 


Los adolescentes se mueven en su entorno con un lenguaje propio que les identifica, les gusta y les divierte. Acceden a contenidos afines y pueden relacionarse, comunicarse y expresarse cuándo quieren y cómo quieren. Aunque esto último no está exento de riesgos.

 

Adolescentes: pantallas y redes sociales

Gracias a la inmediatez de Internet y de las redes sociales, su ansia de exhibirse y exponerse para sentir la aprobación de los demás, para pertenecer al grupo y sentirse válidos, es más sencilla de cubrir. Esta característica también favorece su hiperpresencia en las redes sociales con el objetivo de obtener popularidad a golpe de clic.

 

Con las redes sociales pueden combatir su soledad y anestesiar el aburrimiento, sentirse acompañados, entretenerse con un videojuego… Si te pusieras en su lugar por unos instantes, ¿qué adolescente no querría hacer esto? ¿y si tú fueras adolescente en la actualidad? Para ello, propongo a las familias una serie de consejos para que, desde la empatía, se coloquen a su lado y no enfrente. 

 

Cinco consejos para hablar con los jóvenes de pantallas y redes sociales

En primer lugar, no hay que caer en expresiones como: “¡Te pasas el día pegado al ordenador!”. Es mejor hacer un pacto sobre el número de horas y los contenidos o las redes que pueden utilizar. Incluso podéis jugar a un videojuego juntos. De la misma manera que te interesas por las compañías con las que se relaciona, es igual de importante saber con qué tipo de videojuegos disfruta y si respeta los valores que le queremos transmitir. 

 

1. Somos el espejo donde se miran

Si alguna vez has compartido una foto de tu hijo, incluso en actitud aparentemente graciosa, en un grupo de whatsapp y sin pedirle permiso…¡hemos caído en la red! Se llama ‘sharenting’ y puede que en algún momento le avergüence o afecte a su reputación digital, ya que lo que publicas se queda eternamente en la red. Pídele permiso antes de compartir su foto y él hará lo mismo. ¡Será el comienzo de un buen aprendizaje!

 

2. Diferenciar la delgada línea entre lo íntimo y lo público

¿Sabías que existe el concepto opuesto a intimidad? Se conoce como ‘extimidad’ y se trata del deseo de compartir aspectos íntimos que siempre habías mantenido en secreto, pero que ahora quieres compartir para saber lo que piensan los demás. 

 

Por ello, a los jóvenes hay que enseñarles la delgada línea entre lo íntimo y lo público: siéntate con él y chequea una red social, la tuya o la suya (si ya tiene) y explora todo lo que se ha publicado en ella. Abre vías de comunicación y pregúntale: ¿Qué cosas guardarías bajo llave si todavía estuvieras a tiempo? Muchas veces nos arrepentimos de lo que hemos colgado porque nos dejamos llevar por la emoción del momento. Prosigue con otra cuestión: ¿a qué comentarios crees que te expones por parte de los demás? Así le darás la oportunidad de aprender qué cosas puede mostrar y cuáles no.

 

3. Mostrar la diferencia entre un ‘contacto’ y un amigo 

La felicidad no está solo en la conectividad sino en los abrazos de carne y hueso, distinguiendo entre quién es un amigo y un contacto. Su valía no depende de un dato o de un puñado de ‘likes’ ya que le hará demasiado frágil. Hay que mostrarles amor incondicional y hacerles sentir que son valiosos tal como son. ¿El objetivo? Que no busquen la aprobación externa de forma constante.

 

4. Enseñar lo que es la ‘ciberconvivencia’

En las redes sociales, los adolescentes están acostumbrados a que cuando alguien no les gusta o les desagrada pueden ‘desconectarle’ a golpe de clic, pero con el compañero de clase no pueden hacerlo, tienen que convivir y manejar las relaciones sociales con cierta habilidad, así como saber gestionar los conflictos. Lo que a estas edades les supone todo un reto. El mensaje que les podemos decir para expresarse a través de la red es el siguiente: “Tienes derecho a opinar y expresarte, pero acostúmbrate a hacerlo sin insultar, burlarte, humillar ni crear rumores falsos sobre otros, ya que podrías promover un linchamiento virtual”. Haz que respire profundamente para que no se deje llevar por el acaloramiento y plantéale dos preguntas: 

  • ¿Cómo te sentirías tú si te lo hicieran a ti?
  • ¿Cómo crees que se sentirá esa persona? 

Hay que recordarles que ser testigo o espectador, mirar para otro lado o dar un ‘me gusta’ a los mensajes equivocados, alimenta el ciberacoso. Que se mantenga al margen. 

 

5. Favorecer momentos de desconexión

Mientras estudien o estén en su rato de descanso, que no permanezcan conectados. Pueden guardar el móvil en un cajón para evitar tentaciones. También, en las reuniones familiares o mientras se está comiendo, pactar no tener el móvil presente. Los adultos tampoco. 

 

Hay que disfrutar de lo que estemos haciendo, del aquí y el ahora, mientras participamos en otras actividades interesantes. Cuando compartimos un juego de mesa, evita hacer una fotografía para publicar lo bien que lo pasáis, así se les transmite que es más importante vivir el momento que publicar lo que experimentas. Solo así te quedarán los recuerdos en la memoria como huella emocional.

 

Por otro lado, es importante evitar la exposición a una pantalla al menos una hora antes de acostarse, para conciliar mejor el sueño, y que los niños menores de doce años no permanezcan más de una hora diaria frente a la pantalla. 

 

Por último, resulta esencial equilibrar las horas de los dispositivos electrónicos con actividades artísticas, deportivas, al aire libre y mejor si es en plena naturaleza. Los niños tienen que seguir jugando a juegos tradicionales. El juego es el mejor antídoto contra el estrés y la depresión infantil.

 

 

 

Por Educación 3.0

Fuente

https://www.educaciontrespuntocero.com/tecnologia/consejos-para-hablar-con-los-adolescentes/

 

viernes, 19 de marzo de 2021

CHINA PROHÍBE USO DE TELÉFONOS MÓVILES EN AULAS EN MARCO DE LUCHA CONTRA ADICCIÓN A INTERNET Y VIDEOJUEGOS

 Las escuelas primarias y secundarias de China han introducido la prohibición del uso de teléfonos móviles en las aulas, como parte de los amplios esfuerzos que se están haciendo para proteger a los alumnos de la adicción a internet y los videojuegos.

 


Los estudiantes de los niveles primario y secundario no deben llevar teléfonos móviles a las aulas, según una circular del Ministerio de Educación sobre los teléfonos dentro del campus.

 

Si los alumnos necesitan tener un teléfono móvil en la escuela, se debe presentar una solicitud especial a las autoridades escolares junto con el consentimiento por escrito de sus tutores, explicó el ministerio.

 

Una vez aprobada la solicitud, al llegar a la escuela, los estudiantes deben entregar sus teléfonos móviles a las autoridades escolares pertinentes. Los teléfonos se mantendrán juntos y de ninguna manera se permitirá que ingresen a las aulas, según la circular.

 

Las escuelas implementarán más medidas para poder cumplir mejor con las necesidades de los estudiantes de comunicarse con sus padres por teléfono mientras están en el campus.

 

 

 

 

Fuente: http://spanish.xinhuanet.com/2021-02/01/c_139713257.htm

 

viernes, 12 de marzo de 2021

Las pantallas y el desarrollo cognitivo

 Después de haber echado un vistazo panorámico sobre el uso y abuso de las pantallas y de haber analizado las consecuencias nocivas sobre los resultados escolares, hoy nos vamos a centrar en las efectos dañinos para el desarrollo intelectual de los niños, de los adolescentes y de los jóvenes. Esta cuestión es abordada por M. Desmurget en el capítulo 6 (“Développement: l’intelligence, première victime”) de su ensayo “La fabrique du crétin digital”.

 


Para este neurocientífico francéslas pantallas socaban los tres pilares fundamentales del desarrollo intelectual (la primera víctima de las pantallas) de todo niño, provocando efectos negativos e indeseables sobre las interacciones humanas, el desarrollo del lenguaje y la concentración.

 

Las pantallas y las interacciones humanas

El recién nacido, cuando llega a este mundo, no es una ¨tabula rasa”, sino que posee un bagaje de potencialidades o capacidades inmaduras (o, como se diría hoy, un programa de funcionamiento mínimo), que deben ser desarrolladas y maduradas. Para ello, son absolutamente necesarias las interacciones sociales con los seres humanos más próximos (padres y hermanos, principalmente).

 

Ahora bien, si su ecosistema no le proporciona, en los primeros años de vida (“período sensible”, durante el cual el cerebro goza de plasticidad y maleabilidad), los estímulos necesarios, tanto en cantidad como en calidad, sus potencialidades no se desarrollarán o se desarrollarán mal. Y, después, será muy difícil o imposible subsanar las deficiencias y recuperar el tiempo y las oportunidades perdidas.

 

Según las conclusiones de numerosas investigaciones, cuanto más tiempo pasan los niños (y también los adolescentes y los jóvenes) con sus móviles, sus teles, sus ordenadores, sus tabletas, sus consolas, etc.,  más son alterados, tanto en cantidad como en calidad, los intercambios y las interacciones intrafamiliares. Se puede decir lo mismo de los padres: cuanto más tiempo están enganchados a las pantallas, de menos tiempo disponen para dedicarlo a sus retoños. Estas dos constataciones no tendrían importancia, si las pantallas proporcionaran al cerebro de sus hijos una alimentación adecuada y con fundamento, con un valor nutritivo igual o superior a la suministrada por las relaciones con seres humanos (padres, hermanos). Pero no es el caso.

 

En efecto, para que los contactos y las relaciones en el ecosistema próximo del niño sean productivos y eficaces, es necesaria la presencia física de sus padres y hermanos, y no una presencia humana a través de las pantallas. El descubrimiento de las “neuronas espejo” (finales del s. XX) ha demostrado que estas neuronas son más sensibles y  reaccionan mejor ante la presencia del ser humano que ante la imagen indirecta del mismo ser humano en una pantalla. Por eso, el niño comprende, aprende, utiliza y retiene mejor las informaciones proporcionadas por un ser de carne y hueso que por un video de ese ser. De ahí que haya que favorecer y mimar las interacciones humanas intrafamiliares en detrimento de las pantallas, ya que se aprende más y mejor por lo que se ve y se oye en el mundo real que por lo que se dice y se oye en una pantalla.

 

Las pantallas y el desarrollo del lenguaje

El lenguaje es lo que nos hace seres humanos, es la frontera que nos separa de los animales. Gracias a él, podemos pensar, comunicarnos, adquirir conocimientos y madurar intelectualmente. Por eso, hay una relación muy estrecha entre el desarrollo del lenguaje y el nivel de capacidad intelectual (cf. ut supra). Desde el punto de vista histórico, la humanidad ha desarrollado, perfeccionado y enriquecido progresivamente esos sistemas de signos llamados lenguas naturales. Y, del mismo modo, el recién nacido llega a adquirir, paulatinamente  y en muy poco tiempo, el dominio adecuado de la lengua materna, que le permite interactuar lingüísticamente para verbalizar sus necesidades y participar socialmente. Ahora bien, es tal la complejidad de una lengua que su aprendizaje no acaba nunca: desde la cuna hasta la tumba, siempre podemos y debemos mejorar nuestras competencias lingüísticas.

 

Sin embargo, desde hace algún tiempo, el proceso de adquisición lingüística por parte de niños, adolescentes, jóvenes e incluso adultos parece frenado o descuidado o dificultado. Y, entre los culpables potenciales (reducción de las horas de enseñanza, reformas educativas discutibles, degradación de la formación del profesorado, etc.), según M. Desmurget, se encuentran también las pantallas. El uso desenfrenado de las pantallas recreativas disminuye, en cantidad y en calidad, los intercambios lingüísticos intrafamiliares, base y fundamento de la maduración lingüística del niño y de su desarrollo intelectual. En efecto, a lo largo de un día, un niño puede escuchar, en su entorno humano, unas 925 palabras a la hora. Sin embargo, cuando la tele está encendida, escucha sólo 155 (un 85% menos). Por eso, para M. Desmurget, lo humano no puede ser reemplazado por las pantallas, cuya ineficacia en el aprendizaje lingüístico ha sido probada experimental y teóricamente (cf. “neuronas espejo”, ut supra).

 

En el campo de las adquisiciones lingüísticas, las pantallas actúan también muy negativamente, precisamente, en dos aspectos. Por un lado, alteran a la baja tanto el volumen como la calidad de los vitales intercambios lingüísticos precoces. Y, por otro lado, obstaculizan el aprendizaje de la expresión-comprensión oral, así como el tránsito y la entrada en el mundo de la comunicación escrita (lectura y expresión escrita). Con las pantallas, estos aprendizajes son más laboriosos y lentos, más parciales y más superficiales que los que se adquieren en el contexto de la vida real. Para que un niño despliegue sus capacidades lingüísticas y adquiera su lengua materna, no tiene necesidad de pantallas. De lo que tiene necesidad es de que se hable con él, de que se le estimule para que utilice el verbo para nombrar y narrar lo que ve, lo que siente, lo que vive,  lo que quiere,… de que se le cuenten o lean historias, de que se le invite a leer, etc.

 

Las pantallas y la concentración

Sin la capacidad de concentración o de atención, no hay manera de movilizar y orientar el pensamiento hacia un objetivo concreto, y alcanzarlo. Ahora bien, las jóvenes generaciones, sumergidas continuamente en un ecosistema de pantallas,  con contenidos diversos e ilimitados, están permanentemente solicitadas y bombardeadas por éstas y, entonces, la concentración es imposible; además, el funcionamiento cognitivo es perturbado y las capacidades intelectuales se relajan.

 

Se debe precisar que el cerebro humano no ha sido concebido ni diseñado para un bombardeo exógeno tan continuo. Y, por eso, las multi-pantallas tienen un impacto tan dañino sobre la necesaria concentración, durante períodos de tiempo prolongados, para llevar a cabo cualquier empresa o alcanzar objetivos concretos: la adquisición de conocimientos, la competencia lectora o escritural, el éxito escolar, etc., por poner sólo algunos  ejemplos.

 

Menos pantallas  y más relaciones humanas

Ante el saqueo intelectual constante de las pantallas y ante los efectos dañinos producidos por ellas (malos resultados escolares, deficiente desarrollo cognitivo, problemas de salud), las pantallas son vistas por M. Desmurget como una agresión silenciosa en beneficio de algunos (los empresarios de las nuevas tecnologías) y en detrimento de casi todos (tanto niños, adolescentes y jóvenes como adultos). En efecto, desde la más tierna edad, con la degradación y empobrecimiento de nuestras capacidades cognitivas y lingüísticas y con nuestra incapacidad para concentrarnos, se está dando forma a unos ciudadanos “gamma”, descritos por Aldous Huxley, en “Un mundo feliz”, como unos seres sin espíritu crítico, sin lenguaje, sin pensamiento y contentos con su suerte; unos seres “desempoderados”, esclavizados y convertidos en seres irracionales.

 

 

 

 

 

Por – Manuel I. Cabezas González

Fuente

www.honrad.blogspot.com

 

 

lunes, 8 de marzo de 2021

Las pantallas olvidan el cuerpo

 Una concepción de la educación fundamentada en la tecnología conlleva una visión de la vida, de las relaciones, de la convivencia, de la economía y también de la finalidad y el método de la educación. Rendirse a la avalancha tecnológica y dejarnos llevar es poner en sus manos nuestro destino y nuestra identidad.

 


En la llamada sociedad del conocimiento, las tecnologías, la inteligencia artificial y las pantallas son protagonistas y aceleradores de grandes cambios. La humanidad y la educación se están tecnificando a ritmos acelerados y se acepta como deseable cualquier innovación tecnológica. El desarrollo de las tecnologías digitales es hegemónico y está transformando nuestras vidas y el mundo que conocemos: las formas de participación, consumo, comunicación, trabajo, información y educación. Estos cambios, sin embargo, deberían salvaguardar la dimensión humana y social de nuestra especie. Un aspecto que la omnipresencia de pantallas y otros dispositivos no permite asegurar. La tecnología es un resultado de la inteligencia humana y, por lo tanto, debería servir para ayudarnos a ser más libres y más humanos. La lógica nos dice que se debería tender a humanizar la tecnología y no al revés, como parece ser la tendencia predominante.

 

La digitalización de la vida tiende a eliminar los elementos de humanización inscritos en las relaciones interpersonales

 

Si nos centramos en el ámbito educativo, la enseñanza y aprendizaje virtual, el poder formativo de las pantallas y la omnipresencia de las redes sociales parecen realidades ineludibles que, aparte de las dudas de seguridad que generan, abren muchos interrogantes sobre sus virtudes educativas reales. La educación tiene la misión de educar de manera integral los seres humanos y, en cambio, la digitalización de la vida tiende a eliminar los elementos de humanización inscritos en las relaciones interpersonales y en el aprendizaje vivencial. La tecnología tiene ideología. Una concepción de la educación fundamentada en la tecnología conlleva una visión de la vida, de las relaciones, de la convivencia, de la economía y también de la finalidad y el método de la educación. Rendirse a la avalancha tecnológica y dejarnos llevar es poner en sus manos nuestro destino y nuestra identidad.

 

Esta invasión tecnológica está afectando las emociones del alumnado, la relación con los docentes, la interrelación grupal, la orientación personal, la percepción de los dilemas cotidianos, el autoconocimiento y la autoestima del alumnado, así como los cuidados y las respuestas de los docentes a sus requerimientos. No está claro que todo esto se pueda lograr a través de las pantallas, en la distancia y en la virtualidad.

Por otra parte, las tecnologías también están forzando cambios en el rol del profesorado como docente. Ya no es transmisor de conocimientos porque están en la nube. Es facilitador de aprendizajes siempre mediados por la tecnología, las pantallas, los discursos «tuitats» y los poderes virtuales. No se debería perder de vista que el alumnado y el profesorado, en sus roles y a través de las metodologías, son elementos de humanización.

¿Por qué motivos tenemos esta prevención ante la tecnología y, de manera más concreta, ante la omnipresencia de las pantallas? Dicho de manera breve, porque a menudo la tecnología y las pantallas olvidan el cuerpo, lo ahuyentan del proceso educativo, con todas sus posibilidades y exigencias. Sí, lo ponen entre paréntesis, lo adormecen y se dirigen ilusoriamente a un cerebro sin cuerpo, o tal vez a un cerebro con un dedo índice para ir pasando pantallas. Como se ha dicho alguna vez, debemos poner el cuerpo, y en la educación también hay que ponerlo.

 

Poner el cuerpo significa no olvidar que se aprende a pensar con las manos, que no se puede sustituir la acción motriz, que no se puede eliminar la experimentación sensorial, que no se puede depreciar la manipulación, que la práctica enriquece siempre el saber abstracto de la teoría. Como sabemos desde hace mucho tiempo, la educación debe fundamentarse en la actividad global de los aprendices. Esto no niega las pantallas, pero hay que darles su lugar y su tiempo para que no lo inunden todo.

 

Poner el cuerpo significa no olvidar que nos relacionamos con la palabra, la entonación, la mirada, la sonrisa, el gesto y con todo lo imaginable. Nos comunicamos con todo el cuerpo y limitar los canales significa limitar la comprensión mutua. Internet va bien para convocar a una reunión o a una manifestación y mal para deliberar ante un conflicto y paso a paso buscar un acuerdo satisfactorio para todos. No hay educación sin el aprendizaje lento y complejo del diálogo.

 

Poner el cuerpo significa no olvidar que formamos nuestra identidad gracias a la imagen que los demás nos devuelven y gracias a la reflexión que hacemos con todas las imágenes y voces que llenan nuestra mente. Nos formamos asimilando el reconocimiento que nos dan las personas de referencia que nos rodean. Pero cada vez con mayor frecuencia la imagen que nos devuelven los amigos reales e irreales es un me gusta y nadie puede construir una identidad auténtica con un puñado de me gustas. De hecho, sólo sirven para convertirnos en adictos a una pizca de satisfacción vacía de contenido, pero que nos hace sufrir si no recibimos una dosis mayor cada día.

 

El ser humano es un ser social y un ser de experiencia, y esto requiere unas relaciones directas con el mundo y con los demás, unas relaciones basadas en el contacto real, unas relaciones en las que intervienen todos los sentidos y a través de las cuales se construye el conocimiento, la identidad y los valores. Estas características son fundamentales en una educación humanizada y por lo tanto deberían estar presentes en todas las metodologías pedagógicas.

 

Los mejores procesos de aprendizaje inciden en la experimentación, la investigación y la interacción con los iguales a través de actividades de relación directa como las asambleas, los debates, el trabajo cooperativo, la resolución de problemas o la producción de materiales. En este sentido, destaca el aprendizaje servicio como metodología que fomenta la humanización de la educación y de la vida. En los proyectos de aprendizaje servicio se observa y estudia el contexto y se identifican necesidades de las personas que lo habitan. Se incide en la comunidad con la intención de ayudar y aportar mejoras reales. Para ello se debe poner de acuerdo al alumnado y se debe colaborar con los agentes del territorio y, finalmente, poner en juego intereses, dificultades, actitudes, y valores de todos los implicados.

 

Todo esto se produce en una interacción personal, en la que afloran elementos psicológicos, se aportan conocimientos, se construyen relaciones de confianza, se contraponen valores, se toman decisiones y se llevan a cabo.

 

Estos valores y actitudes se pueden potenciar con soportes y métodos virtuales y en la distancia. Cierto que la comunicación virtual se hace entre personas, pero seguro que será más vivencial en los proyectos basados en la presencia y la interacción cara a cara. Los proyectos de aprendizaje servicio no son tecnofóbicos, todo lo contrario, la tecnología se utiliza como complemento, como instrumento para obtener información, para facilitar el trabajo, la organización y la exposición o presentación de resultados. No se prescinde de la tecnología, se aprovechan todas sus ventajas. Unir tecnología y humanización incrementa su potencial educativo y ético.

 

 

 

 

por

José Palos

Josep Mª Puig

Fuente

https://eldiariodelaeducacion.com/convivenciayeducacionenvalores/2020/12/15/las-pantallas-olvidan-el-cuerpo/

viernes, 18 de diciembre de 2020

APAGAR LA PANTALLA Y ENCENDER LOS LIBROS

 Puede pensarse, ya como un lugar común que el contexto de pandemia nos ha traído muchos cambios de diversa índole, no solo en el terreno educativo sino en la vida social en general. Los cambios nos han llevado de manera obligada a una nueva habilitación de prácticas y relaciones en la tarea educativa.

 


Pero ¿y qué sucede con los hábitos educativos de lectura y revisión de textos? La educación a distancia se ha tornado en un esfuerzo un tanto exagerado por hacernos creer que la tarea educativa continúa. Pero en todo ello, ¿Qué hay con los hábitos de lectura? ¿Qué con el espirito investigativo de los escolares? ¿Y qué sucede en la tendencia de acercarse y acompañar por parte de los docentes a los escolares a quién más lo necesitan?

 

El encender las pantallas ha desplazado a otras dispositivos que no son electrónicos y que han quedado desplazados en esta pandemia, ¿cuántos libros han abierto los escolares en estos meses y cuántos han leído?, ¿cómo están equipadas las bibliotecas familiares y qué tendencia tienen los escolares por consultar en formas que se reduzcan a las páginas de internet?

 

Me parece que la pandemia ha desplazado a los libros, los ha dejado en el algún rincón de los recuerdos o más bien de los olvidos. El libro cuya creación tiene más de 500 años en unos cuantos ha pasado a otro lugar, ya son muy pocas las referencias o las recomendaciones a partir de los encuentros vía zoom o meet por recomendar la lectura de algún texto en particular. Esto es grave en sí mismo, debido a que la pandemia deberá de pasar pero la estela de la no lectura tal vez quede. Es obvio decir que se han habilitado nuevas formas de acceder y de consolidar aprendizajes, tanto en la conexión con los docentes como en las consultas por internet, pero no olvidar que los libros son insustituibles.

 

Es importante animar a los escolares a que apaguen los dispositivos electrónicos y enciendan un buen libro de literatura o de otro género lo importante es leer en el formato tradicional.  ¿Cómo hacer para regresar a niños y niñas a que abran un libro y permanezcan frente a él y continúen y concluyan con el ejercicio de leer? Estamos ante un peligro inédito una nueva pandemia, la del analfabetismo funcional.

 

Combatámosla distribuyendo y animando la lectura en cualquier tipo de texto. Pedirles a los maestros que lean para animar a que los escolares a su cargo también lo hagan. Esta es la mejor forma de aniquilar cualquier tipo de virus.

 

 

 

 

Por Miguel Ángel Perez

Fuente de la Información: http://www.educacionfutura.org/apagar-la-pantalla-y-encender-los-libros/

 

lunes, 7 de diciembre de 2020

Pantallas

 El o la estudiante no puede ser un sujeto pasivo. Es algo que todas las personas docentes asumimos cada vez con mayor convicción, aunque casi siempre transformar la realidad en el aula es más una intuición que un hacer.

 


Toda esta situación pandémica es una bomba de apestosa podredumbre que nos ha estallado en las narices, poniendo al descubierto, sin tapujos, que nuestro sistema educativo no funciona, y ahora no tenemos escapatoria. Hay muchas formas de aprender; aprendemos por los sentidos. Antes nos veían y nos oían. Incluso nos olían. Hace poco, la novia de mi hijo recordaba cómo su profe de Matemáticas olía de lejos a mandarina, y a café, de cerca.

 

Hasta el segundo trimestre del curso pasado, nuestro alumnado hacía en clase. Departir relajadamente con un compañero era hacer. Quizá no el hacer que tocaba, pero era un hacer. Ahora, no. Durante la mitad del tiempo, solo nos oyen a través de un streaming (qué fue de la radio), pero no queremos que nos vean (compartimos pantalla: un power point; hasta para eso somos cutres, o no nos da la vida para más). A los profes nos da miedo exponer nuestra imagen (como si no nos hubieran grabado mil veces presencialmente en el aula). Sin embargo, nuestras criaturas exponen la suya constante, voluntaria y casi siempre, inconscientemente. Aunque no en la clase virtual: nadie enciende su cámara, porque eso implica tenerse delante, al natural, sin la posibilidad de seleccionar la foto tramposa y filtrada que acaba en Instagram. Implica reconocerse en uno mismo (¿a quién, siendo adolescente, le gustaba su imagen?) y además, exponerse a los otros.

 

En realidad, cualquier docente vocacional vive en los mundos de los unicornios rosa: queremos que las criaturas asistan voluntariamente a nuestras clases, ávidas de conocimiento; que se interesen por lo que tenemos que contarles. ¿Qué les ofrecemos? ¿Cómo los convencemos de que el conocimiento importa? Quizá haya quien se plantee que sí buscan y atienden en las clases grabadas de los superpedagogos, a pesar de que tampoco participan en ellas. No nos equivoquemos: asisten a esas superclases en YouTube para aprobar nuestros exámenes; no porque tengan ansia de saber. Nosotras, las docentes, debemos cargar con cierta responsabilidad en todo esto. Les hemos transmitido hasta la saciedad que deben estudiar para lograr un buen trabajo (¿qué es «un buen trabajo»?). El error es entender la escuela como lugar de perpetuación del sistema, en vez de lugar desde donde cambiar a mejor el sistema. O, incluso, donde inventar otro. Pretendemos que consuman nuestros contenidos, sin que ellos les garanticen nada laboralmente. Nada encaja, porque garantizar un futuro laboral no es, no debería ser el papel de la escuela. Nunca. En ningún caso.

 

Siempre les recuerdo el episodio de Los Simpson en el que el director Skinner castiga a Bart una vez más. «Ahora te quedarás aquí y te aburrirás», dice Skinner. Pero Bart confía: «Soy un niño; tengo mi imaginación». Pero Bart no es capaz de imaginar nada: solo recuerda imágenes de Rasca y Pica. «Maldita televisión», dice Bart. Las pantallas eliminan la imaginación; entregan la imagen final, sin ofrecer la oportunidad de que cada individuo la construya basándose en sus vivencias, su entorno y su individualidad.

 

Hasta ahora, las pantallas han sido nuestras enemigas. Hemos repudiado la cultura de la imagen, de la pantalla. Pero ha llegado la pandemia. Les pedimos que estén 3, 6 horas delante de una pantalla (seguimos en el empeño de imponer un horario encaminado a la necesidad de ir encauzándolos a un sistema productivo. Tiempos modernos. JA…). Pretendemos que estén 3, 6 horas, sin hacer nada. Solo escuchando absortos lo que nuestra sapiencia quiere transmitirles. Sin hacer nada. Ahora que ya van aceptando esta cosa llamada «nueva normalidad», quienes están en casa, delante de su pantalla, acceden al «nuevo aburrimiento». Les aburrían las clases presenciales y les aburren soberanamente las virtuales. El poco rato que atienden, los imagino con la cabeza apoyada en la mano, somnolientos, resoplando; levantándose a hacerse un Cola Cao (he oído la cucharilla al removerlo en la taza). Debe de ser insoportable. Son sujetos más pasivos que nunca. Fallan los contenidos, que no somos capaces de hacer atractivos. Falla la metodología (otra sacrosanta palabra del argot docente), porque no sabemos cómo dar clase a una pantalla en la que aparecen círculos con dos letras en su interior. Falla, estrepitosamente, el sistema. También el educativo, que pretende sustentarlo y retroalimentarlo. Y no sé si reinventarnos para alargar la agonía es la mejor solución.

 

 

Por: Mercedes López Pérez

Fuente

https://eldiariodelaeducacion.com/2020/11/12/pantallas/

miércoles, 25 de noviembre de 2020

La importancia de controlar el uso de las pantallas en menores

Internet se ha convertido en una potente herramienta, fundamental para el avance de todos y muy importante en la formación de los niños. Pero a pesar de esto, no hay que olvidarse de que también puede traer importantes problemas a los niños si se utiliza de forma incorrecta. Problemas tales como adicción a la red o el empobrecimiento intelectual. Desde Colegio Ingenio, han analizado las circunstancias por las que debe ser necesario la vuelta a actividades como la lectura, la música o el arte, dejando de lado el uso de los dispositivos electrónicos.

 


Pubertad y adolescencia

Los cambios físicos y psicológicos propios de la adolescencia, hacen que los menores busquen la seguridad que les falta en las tecnologías..

 

Retraimiento

El aislamiento familiar y social, son algunos de los primeros síntomas del abuso de las pantallas. El joven cambia su carácter, volviéndose irascible e inestable cuando no está conectado.

 

Niños menos inteligentes

Cada vez son más las voces científicas que aseguran que cuando aumenta el uso de televisión, redes sociales o videojuegos, el cociente intelectual de los niños disminuye, afectando gravemente, y para mal, a su desarrollo neuronal. Dicen que los «nativos digitales» son los primeros niños que tienen un CI más bajo que sus padres.

 

Trastornos psicológicos y conductuales

Siguen aumentando los menores que sufren trastornos vinculados con la adicción a Internet. Las pantallas interrumpen el sueño, que se acorta cuantitativa y cualitativamente y sobre estimulan la atención, lo que provoca problemas de concentración, aprendizaje e impulsividad; sin embargo, subestimulan la inteligencia e impiden que el cerebro despliegue todo su potencial.

 

Empobrecimiento

El uso descontrolado que realizan los menores de los gadgets trae consigo una disminución del tiempo dedicado a otras actividades más enriquecedoras (tareas, música, arte, lectura, etc.) y un estilo de vida muy sedentario que, además del desarrollo corporal, influye en la maduración cerebral.

 

Rendimiento académico

Los principales fundamentos de la inteligencia se ven afectados, lo que conduce a una caída en el rendimiento académico; el afectado mostrará menos interés por los estudios e Internet se convierte en prioritario.

 

Necesidad de control efectivo

Casi el 50% de los niños menores de 14 años dispone de un teléfono móvil propio; los expertos indican que conviene retrasar el momento de la compra, ya que existe un altísimo porcentaje de adicción a estas edades, e implementar el control directo: límites de uso y normas y horarios de consumo (diario, semanal…). En Taiwán, por ejemplo, consideran que el uso excesivo de pantallas es una forma de abuso infantil y han aprobado una ley que establece multas para los padres que no limitan el tiempo de pantalla de los chicos entre 2 y 18 años.

 

El ejemplo es la mejor escuela

Dar ejemplo, como siempre, es la mejor terapia porque los hijos imitan las conductas de los padres, quienes deberían fomentar otro tipo de pasatiempos en familia, como juegos de mesa, paseos, charlas, deporte, lectura, modelismo o actividades artísticas.

 

 

 

 

 

Por: Ángel

Fuente

https://educacion2.com/la-importancia-de-controlar-el-uso-de-las-pantallas-en-menores/

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